Con la reciente evaluación del desempeño (denominado por la empresa como "Desarróllate en Ayesa") que se ha realizado en AYESA, hemos comprobado nuevamente cómo la empresa engaña a los trabajadores y, lo peor de todo, cómo después de exprimirnos y explotarnos, luego nos humilla. Como ya os dijimos en diversos comunicados, la evaluación del desempeño no iba a ser más que una nueva herramienta para justificar nuevos despidos, ahora, en función del supuesto rendimiento. La empresa pretendía vendernos a los trabajadores que, con una buena evaluación, íbamos a desarrollar nuestra carrera profesional dentro de la empresa y que íbamos a progresar. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, pues, tal y como os explicábamos, los ascensos de categoría (y solo en algunos casos, de salario) se miden por una campana de Gauss en la que, por muy buena evaluación que hayas tenido, solo verás una progresión real si te encuentras en la zona de dicha campana que lo permita. Y, por si no fuera poco —te sugerimos que leas nuevamente el comunicado titulado "EVALUACIONES: OTRA FORMA DE ENGAÑARTE Y EXPLOTARTE" que os enviamos el pasado 22 de abril en el que, entre otras cuestiones, os mostramos la gráfica de la empresa en relación a los grupos y su relación con la campana de Gauss—, aunque tengas una buena evaluación, si está cubierto el cupo para progresar, te dejarán sin avanzar de categoría (y sueldo), siempre a criterio de la empresa. |
Por lo tanto, no existen criterios objetivos para progresar. Siempre dependerá de un factor subjetivo: el contexto con lo que siempre será a criterio de la propia empresa, para satisfacer sus intereses. Y decimos bien que la empresa "nos humilla" pues, para compensar esa situación en la que has tenido una buena evaluación pero que no se ve traducida en una subida salarial y/o de categoría, hemos tenido conocimiento a través de los compañeros y compañeras de que la empresa va "premiando" a los trabajadores con unas tarjetas simbólicas "silver" y "gold" que no tenemos claro qué "beneficios" tienen, pero que, evidentemente, serán mucho menores que el reconocimiento de un mejor salario o de un ascenso de categoría. Táctica ésta para, en definitiva, dividir y engañar a los trabajadores, ya que algunos de ellos (una minoría), alienados, se sentirán orgullosos de pertenecer a una supuesta "élite", como el perro fiel cuando su amo le acaricia el lomo, pensando que es el lebrel preferido, y moverá el rabo en señal de satisfacción. Al igual que en la antigua Roma, en los tiempos de esclavitud en América había una distinción entre el esclavo de la casa (doméstico) y el esclavo del campo. El esclavo doméstico se sentía un privilegiado al evitar las labores más sufridas y sacrificadas y miraba con desdén al esclavo del campo, como si estuviera por encima en una escala social, olvidándose de que, en definitiva, ambos seguían siendo esclavos. El activista afroamericano, Malcolm X, lo describió perfectamente en su discurso del 23 de enero de 1963 (Michigan), "El negro de la casa y el negro del campo" y que os recomendamos su visionado, pues es muy esclarecedor. En este sistema capitalista nada se diferencia nuestra situación, según la posición que ocupamos en el modo de producción, de la del esclavo de la casa o del esclavo del campo. La esencia es la misma, salvo el contexto en el que se da: unos ocupan puestos de responsabilidad y pretenden acercarse a la ideología del dueño de la empresa y otros seguimos manteniendo nuestros principios de clase. Unos llevan tarjetas "silver" o "gold" como emblema de ser "el negro de la casa" y otros seguimos siendo "el negro del campo". E insistimos en que la esencia es la misma, pues, aunque la esclavitud esté abolida jurídicamente, mientras los trabajadores no seamos dueños de nuestro destino ni controlemos la producción ni tengamos la capacidad de determinar cómo ni cuánto se produce, seguiremos siendo "esclavos asalariados", no esclavos de un señor sino de toda una clase —como bien comprueban los compañeros y compañeras que se van de la Empresa y se chocan de bruces con lo mismo en otro lugar—. Y de ser "el negro de la casa" o de llevar una tarjeta "gold" o "silver", pasamos rápidamente a ser un número más en las listas del paro cuando el "amo de la casa" ya no necesite nuestros servicios. Os podemos enumerar múltiples ejemplos de cómo el trabajador más fiel a los intereses de la empresa ha acabado con sus huesos en la calle. Ahí tenéis al que era miembro de la mesa electoral con más edad en las últimas elecciones sindicales de 2018, que tras servir bien a la empresa para perpetrar el pucherazo, acabó despedido y en el paro. Y es que, como bien dice el refrán, "Roma no paga a traidores". Y mientras tanto los limpiabotas de la Empresa, CCOO y UGT, que sólo hacen el paripé de estar en contra de aquella para engañar al trabajador, pero que, ante la situación tan bochornosa que están sufriendo los trabajadores, lo único que hacen es destruir al órgano unitario de los trabajadores, el Comité de Empresa, dejándolo sólo para arreglarle los papeles que le ponga la Empresa por delante (como el Plan de Igualdad) y ponerlo a sus pies. Así, el de las tarjetas es un claro ejemplo de que no existe ningún tipo de igualdad en la Empresa —pues la igualdad, según la entendemos nosotros no se limita a la igualdad de género—, desentendiéndose de la defensa de los trabajadores al ni siquiera levantar la voz ante estos hechos tan vejatorios. Para luchar por nuestros derechos, para hacer frente a los atropellos de la Dirección de la Empresa, lo primero es recuperar nuestra dignidad, ser conscientes de nuestra posición y ser conscientes de nuestra condición de clase. Una vez somos conscientes, la salida natural es la de organizarnos con nuestros compañeros de clase y luchar de manera organizada, ya no solo para no perder derechos, sino para pasar a la ofensiva y recuperar derechos perdidos que fueron ganados con lucha y que nos fueron arrebatados en un santiamén por no estar en nuestro lugar, por no estar organizados y por estar divididos entre unos trabajadores con "privilegios" frente a otros. Que no te engañen con tarjetas "gold" o "silver" para que te hagan creer que eres distinto a tu compañero y te alejes de ellos y de sus luchas y reivindicaciones. No permitas que nos dividan, porque juntos somos más fuertes; divididos caeremos todos. Unos antes y otros después. |
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